27 mayo 2006

¡Impuro!, ¡Impuro!...

Los leprosos, en los tiempos bíblicos, tenían que gritar que eran impuros cuando se acercaban a personas sanas y puras. Los sanos aborrecían a los impuros, no sólo por su aspecto físico sino también por mandato divino.

Este mandato lo encontramos en el Antiguo Testamento (Lev. 13: 1-3): “Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo: Cuando el hombre tuviere en la piel de su cuerpo... como llaga de lepra, será traído a Aarón el sacerdote... Y el sacerdote mirará la llaga... y si pareciere la llaga más profunda que la piel de la carne, llaga de lepra es; y el sacerdote le reconocerá, y le declarará inmundo.”

Cuando leo estas escrituras me preguntó... ¿Por qué Dios hace que tilden de inmunda a una persona que se infectó de esta fea enfermedad, es más, si todo es voluntad de Dios eso significa que es su voluntad que se haya infectado? Primero pensé: “A lo mejor lo hicieron para evitar epidemias. El aislamiento era lo mejor para no contagiar a los demás, más que en aquellas épocas no había tratamientos para curarla”. Pero luego dije: “La medida de aislarlos estuvo buena, pero ¿Por qué llamarlos inmundos y hacer todo un ritual para declararlos limpios después (si la enfermedad cesaba) realizando ceremonias y ofrendas de purificación a Dios (Lev. 14)?”

La pena moral que caía sobre los leprosos era enorme. La sociedad no entendía otra cosa que no fuera “inmundicia decretada por Dios” y por eso corrían de ellos, para que no se les pegara esa inmundicia. Nadie sabía cómo se adquiría esta enfermedad, es más, aún en nuestro siglo no está claro cómo se adquiere. Es una enfermedad misteriosa y fea porque deforma físicamente los cuerpos de las personas. Pero en definitiva las personas que la adquieren no saben cómo es que son infectadas.

Bueno, rarísimo. A veces hasta he creído que Moisés se inventaba ciertas leyes diciendo que Jehová se las había dado. Lo digo porque al momento de aparecer Jesús no les teme a los impuros, no los margina, es más, hasta sanó a unos cuantos. Los sanó, no sólo de su enfermedad sino que a la vez los sanó de ser excluidos por todo el mundo.

A ver... acá va mi reflexión central: ¿Quiénes son los excluidos de estos tiempos?¿A quienes llamamos inmundos e impuros?¿A qué se refiere la gente cuando dice: “Esa es una impureza”?... Creo que mientras estás leyendo estás preguntas, tú mismo te has dado la respuesta. Pues bien, todos aquellos que hemos decidido ver a Jesús como Dios tendríamos que entender que al igual que él no tenemos que marginar a quienes la sociedad excluye. Los homosexuales, los enfermos de sida y cualquier otro grupo de personas que consideres excluidas por la moral y religión de nuestras sociedades latinoamericanas es importante para Dios.

Jesús vino a los excluidos. Vino al encuentro de los expulsados, olvidados, los marginados, a los que no se quiere ni ver. No importa si en un tiempo Dios ordenó que se les dijera “impuros” a los leprosos. Ese tiempo cambió al momento que Jesús mostró que tenía que cambiar mediante la compasión hacía ellos.

¿Quién nos ha enseñado a marginar a otros? Por una enfermedad o por una “falta moral”. Yo digo: Quienes nos enseñan a marginar no conocen a Dios. Esos tiempos tienen que cambiar, más aun los que nos llamamos “cristianos” y comenzar a mostrar compasión CON TODOS Y TODAS.

1 Comments:

At 10:14 a. m., Anonymous Anónimo said...

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